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El pulso

“Saber que se puede, querer que se pueda” (Color Esperanza, Diego Torres)

Papa Francisco y “aggiornamento” de la Iglesia

La sorpresa que ha provocado la elección de un Papa  no  europeo,  latinoamericano y jesuita, condiciones estas dos últimas que se dan por primera vez en la historia de la Iglesia Católica, subraya la velocidad del cambio que vive el mundo y, a la vez, la expectativa de cambio con la cual vivimos en todas partes.

“Gracias a ella estoy aquí”, expresó el Presidente Obama hace menos de un mes, el 27 de febrero, en ocasión de presentar en la Casa Blanca una estatua de Rosa Parks. Conocida como el “Ícono de la Igualdad”, Rosa puso fuego en la mecha del movimiento por los derechos civiles de los negros cuando en 1955, en uno de los Estados sureños más violentamente racista, se negó a ceder su asiento en un bus a un blanco  -había secciones reservadas exclusivamente para los blancos-  y fue objeto de persecuciones.

¿Se habría imaginado Rosa Parks que poco después de medio siglo habría un Presidente negro en los Estados Unidos? Si eso estuvo en los sueños de Martin Luther King Jr, no lo dijo en su famoso discurso “Yo tengo un sueño”, porque podría haber transgredido los límites de la profecía para caer en los de la locura.

¿Se habrían imaginado los alemanes, cuando cayó el Muro de Berlín, que 20 años después tendrían de Jefe de Gobierno a una mujer, que era ciudadana de la parte comunista de aquella Alemania dividida por la Guerra Fría? Seguramente no.

Tampoco los Vaticanistas esperaban al Papa Francisco.

Esos ejemplos subrayan la velocidad del cambio que estamos viviendo, pero también, en una suerte de Darwinismo social y político deliberado, de la capacidad que tienen países, sociedades e instituciones, para adaptarse a los cambios de la realidad, no solamente para sobrevivir, sino para continuar encauzando esa realidad, por liderazgo político en unos casos, por responsabilidad profética en otros.

Los motores del cambio de la realidad son múltiples, y hoy por hoy la tecnología y su impacto cultural y económico el más importante. La dinámica de cambio de esa realidad es tan potente, que el papel de los liderazgos políticos y proféticos es escudriñar en esos cambios, bloquear los que amenazan a la humanidad  -como la proliferación de armas nucleares entre terroristas, o el deterioro del medioambiente-,  tolerar los que no se desean pero otros prefieren   -como las crecientes manifestaciones de la diversidad política, religiosa y cultural-,    y acompañar y liderar aquellos cambios que seguirán encauzando el incansable camino de las personas hacia estadios de mayor libertad, tolerancia y bienestar, como ha sido, con altos y bajos, la historia de la humanidad.

“Aggiornamento” fue la palabra italiana, que significa puesta al día, que el Papa Juan XXIII popularizó en ocasión del Concilio Vaticano II, que él convocó. Juan XXIII había sucedido a finales de los años cincuenta a Pío XII. El mundo había entrado en un radical proceso de transformaciones y modernización después de los grandes traumas de la I Guerra Mundial, la devastadora crisis económica de los años 30 y la II Guerra Mundial. Juan XXIII intuyó que la Iglesia requería una puesta al día para acompañar y liderar esos cambios.

La elección del Papa Francisco ha sido recibida con esa expectativa de renovación y puesta al día de la Iglesia Católica. Dada la importancia de la misma, para católicos y no católicos, creyentes y no creyentes, si la expectativa se cumple, el mundo habrá cambiado para mejor.

El “aggiornamento” de Ortega

Comentaba lo anterior con un amigo quien me dijo que, en ese sentido, Ortega había tenido su propio “aggiornamento” pues a diferencia de los años 80 no ha habido confiscaciones, ni servicio militar, ni racionamiento, ni censura, ni algunos de los otros excesos de esa década.

Sí y no, le repliqué. Sí, porque en efecto otras son las condiciones actuales de Nicaragua y el mundo, y Ortega ha sido capaz de adaptarse a ellas y, en todo caso, ser más sutil y selectivo en el uso de la represión. Así como el único gran canal de televisión independiente que quedaba en Venezuela  -Globovisión-  ha sido vendido esta semana porque fue estrangulado administrativa y económicamente por el gobierno Chavista, en Nicaragua Ortega ha recurrido al uso de las licencias del espacio radioeléctrico, la política fiscal, la coerción administrativa y el poder económico para ir silenciando progresivamente a los medios de comunicación. No tenemos censura oficial, pero hay un extendido manto con la orden de silencio sobre los medios de comunicación.

Y qué decir, le agregué, de la libertad de elección que hemos perdido. Si de puesta al día se trata, nada más opuesto que la pretensión Orteguista de eternizarse dinásticamente en el poder, lo que nos asemeja a la oscurana física y política de la dinastía Kim de Corea del Norte.  Y menciono oscurana física por la famosa foto satelital de la península Coreana en que las luces de la libre y próspera Corea del Sur aparecen subrayadas por las sombras de la comunista y empobrecida Corea del Norte.

Ya no hay muertos en una guerra, pero hay muertos “civiles”, como el caso de los ciudadanos a quienes se les niega la cédula, que es negarles el derecho a la identidad, y consecuentemente el acceso a cosas tan elementales como una licencia de conducir, un pasaporte, una matrícula o un trabajo. Es decir, además de muerte civil, muerte socioeconómica. Esta semana trascendió la negativa del gobierno Orteguista, para que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) viniese a investigar la denuncia que sobre el caso de las cédulas se interpuso ante la misma. Ampararse en la soberanía para violar los derechos humanos es, sencillamente, primitivo.

Tampoco los casos de represión física en Nicaragua han sido pocos. Y otros veremos en la medida que las ansias de libertad -adormecidas si se quiere, pero no muertas-  comiencen a encenderse políticamente, porque podrán algunos dirigentes intentar aferrarse al pasado, pero el “aggiornamento” de los pueblos es indetenible.