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¿Queremos o no, solución pacífica?

Todos los actores, dentro y fuera de Nicaragua, que han comprometido su apoyo a una solución pacífica de la crisis, deben apreciar que esa opción se reduce, en última instancia, a la celebración de elecciones creíblemente democráticas. Y entre más pronto, mejor.  A eso apunta, precisamente, la propuesta de reformas electorales que hace dos días presentó la Alianza Cívica (AC), recogiendo y sintetizando propuestas realizadas por otras organizaciones, incluso partidos políticos, y expertos en temas electorales.

Un día antes, y pese a la negativa del gobierno para continuar en las negociaciones con la Alianza Cívica (AC), en el Informe presentado por la Secretaría General ante el Consejo Permanente de la OEA, textualmente se dice en relación con esas reformas electorales: “tomando especial consideración de los elementos pendientes de la agenda consensuada oportunamente en la mesa de negociación entre el Gobierno de Nicaragua y la Alianza Cívica; de forma que el fortalecimiento de las instituciones a través de las reformas político-electorales sea absolutamente compatible con la Carta Democrática Interamericana y demás instrumentos jurídicos de la OEA”.

No se puede tomar ese párrafo a la ligera. Además del reconocimiento a la AC como interlocutor del gobierno, y es con la misma que las reformas deben ser consensuadas, está el anclaje en la Carta Democrática Interamericana que es, entre todos los instrumentos jurídicos del sistema interamericano, el más detallado en cuanto a los elementos constitutivos de un sistema democrático.

Como se sabe, la Carta Democrática Interamericana fue aprobada en septiembre de 2001, en Lima, al calor de los atentados terroristas de Nueva York. Pero antes, en la Cumbre de las Américas de Québec, Canadá, había sido discutida detalladamente y solamente Venezuela, recién estrenado el gobierno de Chávez, formuló reservas (que es oponerse) a la misma. ¡Y así está Venezuela ahora!

La propuesta de reformas electorales presentadas por la AC, que son el mínimo para tener unas elecciones que solucionen la crisis, deben ser enérgicamente respaldadas –punto más, punto menos- por todos los sectores genuinamente comprometidos con una solución pacífica a la misma. La lógica de la dictadura, como toda dictadura, es afianzar a través de la represión la aceptación de su inevitabilidad. Debemos oponer otra lógica: a más represión, más respaldo a la vía pacífica.

Para respaldar la vía cívica –si así se puede llamar a la masacre de indefensos-, no necesitamos vernos en otro espejo: basta el de nuestra historia. Con la revolución y guerra civil posterior que puso fin a la dictadura de Somoza, el ingreso por habitante retrocedió varias décadas. Con la actual dictadura, ya son varios años. ¿Cuántos más esperar para que la catástrofe nos llegue a todos?